Y es la frase que más leemos y escuchamos estos días, pero me sorprende que no consigue hacerme sentir mejor.
Estos días y esta situación están provocando en mí una montaña rusa de emociones, con picos muy acentuados, con sensaciones de vértigo a la vez crees despegar. Y me consta que no soy la única persona.
Aunque no sé si es verdad que haya personas que estén normales, emocionalmente normales me refiero. Si de verdad consiguen controlar al máximo la situación, de mayor quiero ser como esas personas.
Porque cada momento es una lucha, y os confieso que la única “acción” que me está salvando del colapso total es TOMAR CONCIENCIA y PERMITIRME sentir, es decir, saber y tomar conciencia de lo que me pasa o siento, y que es normal, darme cuenta de mis reacciones y entender por qué me siento así o por qué esa ha sido mi respuesta. Y además de darme cuenta, luego permito sentirme así, y si estoy triste no corro a ver vídeos de risa ni me frustro porque no tengo ganas de sentarme en el ordenador o de hacer manualidades con las niñas, ni de hacer zumba en el salón, sino que me doy un tiempo, un par de horas, de quedarme tranquila y hacer lo que el cuerpo (o la cabeza) me pida, como estar en silencio y desconectar móvil, quizá sí ver una peli o escuchar música tranquila.
Y cuando me siento nerviosa, incluso a veces con algo de presión en el pecho, necesito hacer tareas más rápidas, intensas, como la de sacar todas las cosas de los armarios y volverlas a poner en su sitio, o me voy a la compra y vuelvo a casa a cocinar para varios días. Podría escoger ese momento justo para ver una peli (y botar de nervios en el sofá) o para sentarme tranquila a jugar a los muñecos (y acabar gritándole a las niñas), pero no, conozco como me siento y le hago caso de nuevo a mi cuerpo y mi cabeza, y dedico ese rato de más nerviosismo a las tareas que me vienen mejor.
Y ¿todo esto por qué? Pues porque sé que entre esos dos extremos de la montaña rusa, hay tiempo de “estar normal”, de tener ganas de pensar en nuevos proyectos de trabajo, de risas con las niñas, de juegos y fichas del cole, de sentarme a tomar el sol, de disfrutar de la merienda que nos hace papi, de responder a los mensajes del móvil, de hacer videollamadas con la familia y amigos….
Sé que querré hacer todas esas cosas y las disfrutaremos, pero también sé que habrá momentos en los que necesite silencio y otros en los que me tienen que dejar que no pare. Y lo más importante, es que sé que si yo estoy bien emocionalmente, ellas estarán bien también. Porque somos su espejo, y si yo intento sonreír todo el tiempo cuando es mentira, se me notará. Necesitamos desahogarnos, y así pasará antes ese rato en el extremo de la montaña rusa.
Y lo que más me ayuda a mantenerme en el nivel medio de calma, es mirar a mi alrededor y ser consciente de que estamos sanos, que vivimos en nuestra casa con todo lo que necesitamos, que nuestras necesidades básicas económicas están resueltas, que somos trabajadores y que afrontaremos cualquier crisis. De nuevo tomar conciencia y dejar sentir que soy afortunada, somos afortunados. Así que todo va a salir bien, en nuestro caso así será, porque nos hemos preparado para esto, porque conocemos nuestras capacidades y debilidades, porque somos conscientes y con los pies en el suelo, porque no perdemos el tiempo con el pesimismo. Y porque sabemos lo que NO queremos, lo que no nos viene bien, y lo sacamos de nuestro pensamiento y de nuestra vida.
Y cuando veo que llevo mucho rato en un pico de la montaña, respiro, respiro, me voy al pasillo y respiro. Y recuerdo, recuerdo todo lo bueno, recuerdo momentos felices, y respiro. Eso es lo que siempre les he dicho a mis hijas cada noche, que para dormir tranquilas recordemos lo bonito, lo que nos hace feliz, para ayudar a nuestra cabeza a pasar una noche mejor, sin pesadillas.
Y ahora estamos en esta pesadilla constante, así que ayudemos a nuestra mente y a nuestro cuerpo, porque sí tiene sentido leer y escuchar la frase “Todo va a salir bien”, porque aunque conscientemente creas que no te ayuda, de una manera inconsciente si le vienen bien a tu cerebro, que es el que decide si “estás de vacaciones” o “estás en el infierno”.
Os deseo un buen viaje en la montaña rusa, siempre con un final feliz.