Regalo de momentos – capítulo 4

Después de días de preocupación y pesadillas, hoy he tenido una conversación que en el fondo sabía que algún día iba a tener, aunque no pensaba que fuera tan pronto, de un día para otro, pero la vida es así, que no sabes qué nos tiene preparados al despertar cada mañana.

No ha sido tan feliz como los otros regalos de momentos que he tenido, no lo he escogido, ha surgido así, y no estábamos a solas, pero sí me he quedado sola mientras volvía andando a mi casa y he repasado cada frase de nuestra conversación:

– Hola cariño mío, ¿dónde están las niñas?

– Están en casa con su papi, los he dejado a los tres metidos en la bañera, disfrutando juntos.

– ¿Están bien o siguen resfriadas?

– Están bien abuela, los moquillos de siempre, pero hasta que no llegue el verano es lo que toca, qué ganas tengo ya de veranito y buen tiempo.

– ¿Qué me ha pasado? ¿por qué ha sido? Si yo tengo siempre bien las analíticas y no me duele nada.

– Pues ha sido como cuando se para el corazón en un infarto, pues igual pero en tu cabeza, pero eso ya ha pasado y estás bien, ya estás en casa por fin, ahora solo tienes que seguir con tu vida cotidiana.

– No me siento el brazo, y tengo dormida esta parte de la cara, no siento tampoco la nariz.

– Pero no te preocupes que eso se te va a ir pasando en unos días,tú tranquila, todo irá bien, ¿te duele algo?

– No, a mí no.

– Pues ya está, ya estás bien. 

La dejo de mirar a los ojos un segundo, observo la cara de mi madre, su hija, agotada y preocupada, pero sobre todo triste, muy triste. Entonces vuelvo a mirar a la abuela…y me vuelve a preguntar:

– Hola cariño mío, ¿dónde están las niñas?

– Están en casa con su papi.

– ¿Están bien o siguen resfriadas?

– Están bien abuela, los moquillos de siempre.

– ¿Qué me ha pasado? ¿por qué ha sido? Si yo tengo siempre bien las analíticas y no me duele nada.

– Ha sido un infarto cerebral, pero eso ya ha pasado y estás bien.

– No me siento el brazo, y tengo dormida esta parte de la cara, no siento tampoco la nariz.

– Eso se te va a ir pasando en unos días,tú tranquila, todo irá bien.

– ¿En qué fecha estamos? ¿dónde está mi monedero?

– Hoy es 18 de marzo, sábado.

– Pues el 22 es mi cumpleaños, os voy a invitar a merendar o algo. No sé cuántos años cumplo.

– No sé ni los que tengo yo abuela, pero tú cumples 82 años.

Y suspiro, y mi madre suspira, y sonreímos, pero por dentro lloramos. Ya no le apetece ni hablar. 

Pero la abuela y yo seguimos con nuestra conversación:

– Y las niñas, ¿las has dejado solas?

– No abuela, ellas están con su papi.

– ¿Qué me ha pasado? No recuerdo nada, no me ha dolido, solo recuerdo abrir los ojos y estaba en el hospital, ¿cómo ha sido? Yo tengo bien las analíticas siempre.

– Ha sido solo un mareo abuela, ya estás bien, no te preocupes.

– No me siento la nariz, ¿eso por qué será? El brazo lo tengo dormido.

– Eso se te va a quitar en unos días, tranquila.

– ¿Y mi monedero? ¿y las niñas? ¿en el cole?

Ahora no recuerdo bien qué fue lo que hablé con ella antes de esta conversación, y es que no le damos importancia a cada uno de los momentos de nuestra vida, pero son regalos todos y cada uno. Iba andando hacia mi casa y pensaba ¡hay que vivir, hay que vivir! y hay que disfrutar de lo bueno para luego sacar fuerzas cuando viene lo malo.

Mi abuela me acababa de hacer un regalo de ganas de vivir, de amor, de fuerza y de REALIDAD, de cruda realidad.

Por fin llego a casa y les doy un abrazo a mis peques y me repito ¡hay que vivir! ¡hay que vivir! pero por dentro duele.

Con los días vuelves a la rutina y continúas con tu vida, ¿qué vas a hacer? Pero hoy 22 de marzo, por su cumpleaños, le voy a llevar su dulce preferido, y bombones, muchos bombones, y le dedico este post. ¡Feliz cumpleaños abuela!

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