Hoy trae mami un regalo para las princesas de una amiga muy especial.
La hermana mayor rápidamente lo abre y su cara de emoción lo dice todo: “¡mami es un cuento!”.
Después de más de 12 horas de trabajo fuera de casa, sin cenar y en pijama, comenzamos nuestro ratito diario de leerles un cuento, y hoy estábamos de estreno.
Empecé a pronunciar las primeras palabras del título sin imaginar qué nos íbamos a encontrar en esas páginas, ha sido un regalo inesperado y ni ellas ni yo conocíamos la historia de la hormiguita Julia.
Iba leyendo despacio y la hermana mayor contemplando los preciosos dibujos, pero con cada frase se me iba cogiendo un pellizquito en el estómago, porque la hormiguita nos contaba su experiencia al sufrir acoso escolar.
Mi voz temblaba pensando en qué ideas se estarían pasando por su cabecita, ¿estaría entendiendo la historia? ¿se sentiría identificada? ¿o sería ella la que tratase así a algún compañer@?. Leía el cuento mientras observaba cada movimiento y cada gesto de ella.
Al terminar el cuento, con un final poco detallado, sus ojos me miraban preparados para soltar un montón de preguntas por resolver: “mami, ¿por qué le hacían eso a Julia? ¿por qué le decían todos la frase de puedes contar conmigo? ¿que castigo le dieron a la otra hormiguita mala? ¿por qué ahora la mala está triste y Julia está contenta?….
Ni recuerdo mis respuestas, solo podía pensar una y otra vez en mi infancia, que yo fui la hormiguita triste hace muchos años, que seguí protegiéndome de todo el mundo muchos años más, y que ahora, aún teniendo la madurez y experiencia por mi edad, estoy agarrada a un cuento sin poder contener más las lágrimas que mi niña espabilada consigue ver.
¿Si me gustó el cuento? Sinceramente no me gustó leerlo y removerlo todo. Considero que ha sido positivo para mi princesa sensible escuchar la historia de la hormiguita Julia, pero también es necesario no dejar así el cuento y ofrecerle a ella una conversación con mami más detallada y completa, o quizás no y tenga que entenderlo ella más adelante por sí misma, con sus vivencias y no con las mías, con su visión pura y limpia y no con mis ojos llorosos o los de la hormiguita Julia.
¿Algo hubiese sido distinto con este cuento en mis manos a los 10 años? No lo creo, porque al igual que la hormiguita yo tenía la confianza en mi madre, mis buenos amigos y unos profesores geniales, pero lo oculté y lo ocultaron. Quizás hoy, que la educación en casa y en las aulas está cambiando poco a poco, sí sea el momento de un cuento como éste.
Libro: “¡Puedes contar conmigo!” de M Carmen González y Gema Moreno Colomo.
A ellas, gracias.