Hace unas semanas, un mal día hizo que papi y yo discutiéramos suavemente, peleas matrimoniales de andar por casa, pero provocó que durante horas habláramos y papi confesó algunos pensamientos que nunca antes había compartido conmigo.
Y es que se habla mucho ahora de la #conciliación, de que las madres no tienen que renunciar, de #corresponsabilidad….
Pero tras esta conversación con papi me puse a reflexionar y me di cuenta de algo curioso, y es que cuando me quedé embarazada ya sabía que tendría que dejar mi trabajo en Málaga y buscar otro en Córdoba, pero cuando tuve a la #hermanamayor en mis brazos, con un estallido hormonal importante pero sintiéndolo desde lo más profundo de mi corazón, le dije a papi que no iba a separarme de mi bebé nunca, que siempre lo iba a tener a mi vista y no lo dejaría con nadie, que no trabajaría fuera de casa en muchísimo tiempo y solo cuidaría de ella. Papi sonrió y me dijo “claro que sí mi vida, te necesita más que a nada ni nadie en el mundo”. Me apoyó porque siempre lo hace, pero ahora he caído en la cuenta de que no le pregunté a él, yo tomé esa decisión sola, y durante meses y años he tomado miles de decisiones sola como madre, y él me ha seguido apoyando, pero yo no le he preguntado.
Con una frase eché en sus hombros todo el peso económico de nuestra pequeña familia: pañales, hipotecas, coche nuevo, ropita rosa, ahorros para el futuro de nuestra pequeña… Y no le pregunté si le parecía bien o si tenía pensada otra opción, no decidimos al 50%, no hubo reparto de ningún tipo, mi instinto maternal se puso por delante de todo y no le di opción a “encargarse él” de la princesa durante muchos meses. Irónicamente yo misma me sentía a veces sola y agobiada por todo lo que llevaba adelante a diario, sin saber que yo misma había provocado ese estrés, pero le culpaba a él por no estar más en casa y ayudarme o le culpaba por no llegar a tiempo para ir a mi clase de zumba a las 9 h de la noche. No pensaba que él estaba trabajando más horas para conseguir todo el dinero posible mientras yo ELEGÍA quedarme en casa.
Tampoco le pregunté cuándo tras 15 meses de disfrutar de juegos en el sofá y paseos con mi pequeña mientras papi trabajaba, acepté el primer trabajo que encontré con un sueldo bajo pero con pocas horas que me permitía estar por las tardes con mi pequeña, no volví a pensar en él, ni sugerirle que él modificara su horario y su sueldo y se hiciera cargo más horas de Natalia mientras yo trabajaba más horas fuera y por un sueldo mayor, volví a decidir yo sola y él me volvió a apoyar. Aumentó mi nivel de estrés cómo podéis imaginar, y seguía culpándole por llegar a casa cuando ella ya estaba dormida.
Con la segunda niña pasó más de lo mismo, decidí dejar mi trabajo y apostar por nuevos proyectos profesionales que me faciliten la conciliación para pasar el mayor tiempo que pueda con ellas, aunque no ganara dinero durante meses, eso me dio igual, de nuevo puse todo el peso en él, no le pregunté y él me volvió a apoyar.
Las madres hablamos mucho de lo que renunciamos a diario, pero papi me confesó que él también a renunciado desde el principio para que yo viviera según las decisiones que había tomado, renunció al deporte porque lo importante ahora era trabajar más horas y ganar más dinero porque sólo teníamos su sueldo, renunció a estar con sus niñas más de 2 horas al día y a ver sus caras de ilusión al recogerlas del cole o de la clase de flamenco, renunció a tener mi atención y cariño al 100%, renunció a su moto porque tenía miedo de que le pasara algo y nos quedáramos solas, renunció a dormir del tirón y a ver vídeos de pádel durante más de 1 minuto…pero aún así habían sido las mejores decisiones de su vida y se sentía y se siente el hombre más afortunado del mundo.
Pero ese día de confesiones me pidió que no le culpara más y que disfrutara por él del tiempo que paso con ellas, que él renuncia a todo esto por mí y por ellas, pero os tengo que decir que no estoy de acuerdo, y que de nuevo vuelvo a decidir sola y desde hace unos meses mi principal obsesión es conseguir unos ingresos suficientes por mi cuenta para descargar a papi y que pueda estar él más en casa. Y es que voy a repartir la maternidad con él, no porque “yo no renuncio” sino para que papi no renuncie a sus princesas.
Ya ha probado varios días a encargarse por completo de las niñas, comidas y de la casa porque yo he trabajado desde las 9 hasta las 23 h con clientes, y cuando he llegado a casa le he preguntado si estaba feliz o a punto de tirarse de los pelos 😂 y me ha contestado: “hemos jugado toda la tarde, hemos ido a la piscina y visto películas, #terremotojimena no me ha dejado hacer nada ni recoger ni hacer la cena, ¡no sé cómo lo haces! pero sabré apañármelas porque quiero más tardes como ésta, por mí, por ellas y por ti”.<<
nclusión: la conciliación no es una fórmula de 50%, sino un equilibrio decidido en común por la pareja pensando en el bienestar de su familia. Y que ponerse en el lugar de la otra persona SIEMPRE es un buen método para querer y cuidar de tu media naranja.
Yo seguiré decidiendo, tengo madera de “jefa”, pero mi visión sobre la conciliación ha cambiado, dejando de pensar tanto en mí como madre y más en él como padre. Luchemos por la paternidad, porque los papis puedan conciliar y vivir la crianza de nuestro hij@s de primera mano, no como suplentes, y conseguiremos el equilibrio y el EQUIPO que nos hará más felices.
PD: y por supuesto no podemos olvidar que después de cada pelea toca la maravillosa reconciliación 😜. Menos gritos y más besos.