Pues eso, así directamente, y es que la buscas y no sabes dónde se ha metido. Pasan algunas horas, incluso solo 30 minutos, y la encuentras de nuevo, aunque ahora que sientes que la puedes peder, ya no la disfrutas igual.
Así vivimos, con momentos de cal y otros de arena, con subidas y bajadas en la montaña rusa de la vida, de la maternidad, de la paternidad, del trabajo, la pareja, los amigos.
Y cuándo crees que estás bien arriba, tropiezas. Cuándo vas subiendo no te das cuenta de lo que dejas atrás. Y cuándo estás abajo no sabes cómo subir ni por dónde empezar.
Te dicen que la felicidad está ahí, delante tuya, en “las pequeñas cosas”, pero vamos rápido, muy rápido, volando casi, y tropezamos con esas pequeñas cosas que parecen hasta molestarnos, como si nos frenaran. Cuándo estás abajo entiendes por qué te frenaban, entiendes el por qué de muchas cosas, pero al subir vuelves a olvidar.
No es que escriba hoy pesimista, ni optimista, ni alegre, ni triste. Escribo hoy lo que pienso para mañana, abajo o arriba, quien sabe, lo lea y entienda, lo lea y recuerde, lo lea y vuelva a escribirlo de otra forma, con otro sentido. Porque es así como vivimos, a parches, apagando fuegos.
Ahora recuerdo la frase “Piedad, para tu mente”…y sonrío pensando en darle a otra persona mi mente y apostar a que no aguanta con ella ni 24 horas. No hay trucos, el truco es adaptarte cada día, cada momento, a todo y a tod@s.
No hay normas, la norma es dejar pasar algunas cosas malas y quedarte con lo bueno.